Cazando Ranas


De niño, con mis amigos del pueblo, me gustaba ir a cazar ranas a las charcas. No os contaré lo que hacíamos con ellas, pues no viene a cuento, aunque quién sabe, quizás un día os cuente un cuento sobre ello…

Bien, a lo que iba, que rápido me voy por las ranas, digo, por las ramas.

Teníamos diversas técnicas de caza, a cual más depurada. Una de las mejores consistía en acercarnos a la charca con una gorra colocada con la visera dada la vuelta, porque nos habían contado que así la rana pensaría que nos estábamos alejando, en vez de acercarnos… ¡Bendita inocencia!.

Como es lógico, antes de que llegáramos, la rana había saltado a la charca y no había forma de encontrarla. Eso de la gorra, parece que no funcionaba demasiado bien, si bien nosotros siempre seguíamos intentándolo…

Cuando llegábamos a la charca, sólo veíamos el agua turbia por el lodo del fondo que la rana había removido al lanzarse a ella.

Nosotros, que además éramos muy impacientes, rápidamente metíamos las manos en el agua, y removíamos y removíamos el barro del fondo, con la ingenua intención, de que, quizás, la rana estuviera escondida en el barro, y pudiéramos atraparla con nuestras manos.

¡No os podéis imaginar!, todos metiendo las manos en busca de la rana, todos buscando y rebuscando a la rana. ¡Qué cara debía tener la rana observándonos desde su escondrijo, riéndose de la gorra y viendo lo alejados que estábamos de ella!…

Tras nuestra búsqueda, la charca pasaba de tener unas cristalinas aguas, donde se veía el fondo perfectamente, a convertirse en un verdadero y maloliente lodazal, donde era imposible encontrar nada, y mucho menos una minúscula rana.

Intento tras intento, esto era lo que solía suceder… Bueno, siempre había alguna vez, que, por casualidad, cazábamos alguna, aunque sinceramente, era más merito de la rana que nuestro…

Un día, paseando yo solo por los caminos, mientras me colaba en algún que otro huerto, para “tomar prestado” algún pepino o algún tomate, que inmediatamente engullía, llegué a un prado donde me tumbé, boca arriba, a la sombra de los árboles.

Recuerdo como, allí tumbado, miraba el cielo azul, escuchaba el canto de los pájaros y el sonido de las ramas de los arboles al golpearse unas con otras, mientras respiraba el fresco aroma de la húmeda hierba.

¡No te imaginas qué a gusto se estaba allí tumbado!, sin ninguna preocupación, sin nada que pensar. Sólo estar y disfrutar de ese maravilloso momento de paz y sosiego…

Entre el susurro del viento y gorgojeo de los pájaros, me pareció distinguir el croar de una rana, y tras escuchar un rato me incorporé.

Guiándome por el oído, con la ingenua curiosidad de un niño, y no con intención de cazar, fui a la búsqueda de la rana y comencé a caminar despacio.

Poco a poco, a medida que me iba acercando hacia unos juncos, el sonido se iba a haciendo más y más fuerte, hasta que me percaté de que provenía de la charca que se encontraba al lado de dichos juncos.

Sigiloso, y esta vez sin gorra, me fui acercando a la charca, donde la ranita seguía cantando alegremente, ajena a mi presencia, hasta que se dio cuenta, y de un rápido salto, se lanzó al agua. Como era costumbre, la enturbió para que, por más que buscara, no la pudiera encontrar.

Pero esta vez fue diferente. Esta vez no buscaba cazarla. Esta vez no quería atraparla. Esta vez no sentía impaciencia. Sólo quería observarla, sin más.

Y eso hice, sólo me quedé mirando el agua de la charca…

Observé cómo, prácticamente, toda estaba transparente, excepto el lugar donde había saltado el animalito, para ocultarse en el barro, pensaba yo.

Pero no te puedes ni imaginar cual fue mi sorpresa cuando, mientras observaba el agua, y la zona turbia de la misma, vi a la ranita cómo suavemente, sin prisa, con gran elegancia y sin remover absolutamente nada del fondo, nadaba alegremente hacia el lado opuesto donde había saltado, y donde yo y mis amigos nos empeñábamos en buscar y buscar ansiosamente…

La ranita, muy “cuca”, nos hacía buscar donde realmente no estaba, y mientras, ella, tranquilamente, se escapaba justo en la dirección opuesta…

Bien, el caso es que no hice nada, simplemente me quedé observando a la ranita. Reflexionaba sobre cómo me había hecho creer que había saltado a un lugar, cómo había enturbiado el agua para despistarme, y cómo a medida que al agua se iba reposando y volviendo de nuevo transparente, pude observar claramente como nadaba hacia un lugar seguro…

Como decía, el agua de la charca se volvió completamente transparente, y yo tenía perfectamente localizada a la ranita en un extremo, semienterrada por el lodo, con sus ojitos abiertos.

Con un rápido movimiento, y sin casi levantar barro, atrape a la ranita. Una vez la tuve en mi mano, me quedé mirándola a los ojos y sentí como ella también me miraba.

Había descubierto su secreto, y ella lo sabía. Ahora sabía cómo cazarla. Imagínate, había cazado una rana, si gorra, sin mancharme, y sin ser el mérito de la rana.

Tras este descubrimiento, volví a dejar a la rana en la charca.

Jamás las volví a mirar de la misma forma, jamás le conté a ninguno de mis amigos lo sucedido, y jamás volví a cazar ranas…

¿Sabes?, Hay quien dice que para encontrar la felicidad hay que buscarla, pues quien busca encuentra. Hay quien dice que no se busca, sino que se encuentra, quizás por casualidad…

… Yo, soy de los que piensan, que lo mejor, es salir a cazar ranas…

Sé feliz


Bruno.

www.psicoaching.es



Jueves 21 de Febrero de 2013
Publicado por www.psicoaching.es

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión. Creo que la felicidad no es un estado de ánimo. No es algo pasajero que viene y va. No es algo que encuentras por casualidad, y puedas amarrar firmemente para que no se vaya de tu lado. Ése es nuestro error.
    Creo que la felicidad es una actitud. Una decisión. Por eso el que la sabe buscar la encuentra. No creo que haya trucos ni secretos. Un día, al despertar, de repente todo es distinto. Lo negro no es tan negro, y lo blanco brilla con fuerza.
    Como para cazar ranas, el ansia no sirve. Paciencia, calma, observación y actuación. Como en toda nuestra vida.
    Tu firma lo dice: "Sé feliz", y no "que seas feliz".
    Podemos. Sólo tenemos que querer.

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